La noche del domingo 10 de agosto, el aire en San Luis Potosí estaba cargado de expectativa. Miles de personas, vestidas de negro, con maquillaje dramático y camisetas estampadas con calaveras y cruces, se agolpaban frente al escenario principal de la feria estatal. Entre gritos y luces parpadeantes, apareció Marilyn Manson, el polémico ícono del rock industrial, para desatar un espectáculo que el gobernador calificó como un acto de “justicia cultural”.
En total, unas 205.000 personas asistieron al concierto, que combinó sonidos oscuros, juegos de luces rojas y violetas, y la inconfundible presencia del artista, enfundado en cuero negro y con su característico maquillaje pálido y labios rojos intensos.
Fuera del recinto, el ambiente era otro: pancartas, consignas y manifestantes reclamaban la presencia del cantante, a quien acusan de representar valores contrarios a la tradición local y de estar envuelto en diversas polémicas a nivel internacional.
El gobierno estatal defendió su decisión, afirmando que la cultura debe ser diversa y que la feria es un espacio para todas las expresiones artísticas, incluso las más provocadoras. Entre aplausos y críticas, la noche quedó marcada como uno de los momentos más comentados en la historia reciente de la feria potosina.

